ALTAÏR 50 - VENECIA

ALTAÏR 50 - VENECIA

 

5,95 €
IVA incluido
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Editorial:
ALTAÏR
Año de edición:
2007
Materia:
Revistes viatge itàlia
Idioma:
Castellano
Colección:
Revista Altaïr
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REVISTA ALTAÏR 50 - VENECIA

UN ESCENARIO MAJESTUOSO DONDE TRANSCURRE LA VIDA

Venecia no se improvisó, hicieron falta siglos para darle forma. En el primer milenio de esta era, los venecianos crearon un Estado poderoso y al servicio de los intereses colectivos, que huía del culto a la personalidad y del poder absoluto. Quizá por eso, y pese a ser señores de todo el Mediterráneo oriental, ninguno de sus gobernantes alcanzó un renombre a la altura de esa hegemonía. La suya no fue, ciertamente, una democracia modélica: con el tiempo, el poder fue acaparado por unas cuantas familias, por una oligarquía. El sistema, pese a todo, mereció siempre suficiente credibilidad para alimentar un sentimiento colectivo, identitario. En todo momento, una única convicción animó la política de la Serenísima: la legitimidad de cualquier acción emprendida en beneficio de Venecia, de su prosperidad y de su independencia.

En realidad, la "ideología" de los venecianos fue el comercio. Todo estaba a su servicio. Por él, antepusieron siempre la paz a los conflictos, aunque jamás rehuyeron a la guerra cuando la consideraban necesaria para la salvaguardia de sus intereses. Con idéntico pragmatismo, mostraron una admirable tolerancia hacia todas las creencias y culturas: musulmanes, judíos o cristianos ortodoxos fueron bien acogidos en la ciudad, siempre que colaborasen al enriquecimiento general.

La base de tanta fortuna fue un próspero imperio mercantil, con un reguero de bases repartidas por los mares Adriático, Jónico, Egeo y el oriente mediterráneo. Los venecianos no ambicionaban conquistas territoriales: preferían hacer negocios con las poblaciones locales a someterlas. Y es que el suyo fue el imperio de una ciudad; tenía insuperables limitaciones demográficas. En cambio, el mar fue su ámbito natural. También la diplomacia, arte en que fueron maestros insuperables.

Vendedores de lujo y opulencia, adornaron su ciudad sin mesura. El fruto de sus logros lo encuentra el viajero actual. Palacios, mansiones, templos, tesoros; en Venecia, todo es excesivo. Su resplandor es tal, que amenaza con deslumbrar al visitante, quien, cegado por tanta belleza, corre el peligro de ser engullido por el pasado. Sin embargo, merece la pena mantener los ojos abiertos para recibir también el quehacer cotidiano que transcurre detrás del escenario de época, en los barrios, en las plazuelas, los pequeños talleres y en las tabernas tradicionales. Y es que Venecia es, además, una entidad viva.

Tanto la ciudad como las demás poblaciones de la laguna son un fascinante ejemplo de adaptación a un entorno atípico, debido a la omnipresencia del agua. Si difícil resultó la instalación de los primitivos pobladores en el siglo V, no menos desafíos plantea la conservación de la ciudad a sus actuales responsables. No resulta sencillo compatibilizar las necesidades de una concentración humana moderna, con un medio físico tan peculiar.

Sobre todos estos temas trata este número de ALTAÏR. Sobre las glorias pasadas, los desafíos presentes y el día a día de los venecianos. Es decir, sobre una ciudad única e irrepetible por multitud de motivos.