ALTAÏR 51 - SÁHARA

ALTAÏR 51 - SÁHARA

 

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EAN:
8811812064003
Materia:
Revistes viatge sahara
Idioma:
Castellano
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EL TRIUNFO DEL INGENIO SOBRE LA DESOLACIÓN

Con nueve millones de kilómetros cuadrados de superficie, el Sáhara es casi tan grande como Europa. De oeste a este, se extiende desde el océano Atlántico hasta el mar Rojo; y de norte a sur, abarca de la costa mediterránea y el Atlas hasta el Sahel, en una frontera no definida por la orografía, sino por la mayor presencia de lluvias y una incipiente sabana. En medio, una nada solo aparente. Y es que, pese a la sequedad, a las temperaturas extremas y a sus suelos yermos, el Sáhara es un espacio habitado —también por el ser humano— desde tiempos muy antiguos. Lo demuestran los vestigios prehistóricos en el Tassili n’Ajjer argelino, el Akakus libio y en otros muchos lugares de la región. Pastores y cazadores protagonizan pinturas y grabados, junto a una fauna más propia de climas húmedos. Su presencia sugiere que nuestro planeta ya sufrió un cambio climático de efectos cataclísmicos en un pasado aún reciente.

Con la radicalización de las condiciones ambientales, los grandes rumiantes abandonaron la zona, pero no el hombre, forzado a agudizar su ingenio para sobrevivir. Donde había agua, cultivó, irrigó e incluso levantó ciudades, como en el M’Zab (Argelia) o en Siwa (Egipto). Cuando el agua era insuficiente, incierta, fue en pos de ella con sus rebaños, como hicieron los tuareg. E incluso fue capaz de convertir la desolación en prosperidad, creando una civilización agropastoral que posibilitó el intercambio entre los mercados del norte y del África subsahariana. Durante siglos, larguísimas caravanas de dromedarios cruzaron el desierto cargadas de ideas y mercancías. A su estela, fluyeron saberes y germinaron creencias.

Parte de ese mundo ha sucumbido a la modernidad. Las antiguas identidades fueron atropelladas por unos Estados que no siempre responden a los sentimientos y las necesidades de las poblaciones saharianas. Jerarquías y sistemas de valores que parecieron eternos, se resquebrajan. Las referencias se difuminan, sumiendo al individuo en la perplejidad, cuando no en la inanición. La irrupción de intereses foráneos, codiciosos de recursos naturales, aumenta aún más las tensiones internas.

Eterno, inmenso, de una belleza sobrecogedora, cuajado de mitos, historia y romanticismo; este es el Sáhara que espera al viajero.
Pero también un mundo en plena crisis,
que busca respuestas propias ante desafíos, a menudo, universales.